miércoles, 9 de mayo de 2012

Espera ardiente

Ayer pasaron ¿Me pasaron? varias cosas. Por continuar en la línea de que cada día es diferente. De los pequeños detalles que distinguen un día de otro ya he hablado. Ayer hubo grandes detalles.
Estar esperando un bus en plena Avenida Blasco Ibañez, con un calor de verano al mediodía acompañado de ese viento de poniente que ahoga de mala manera y pensar: "Hace tanto calor que hasta el aire huele a humo", puede que solo me pasé a mí. Pero vamos, continúe pensando:"el humo huele a madera quemada". Y me quedé tan satisfecha con ese pensamiento idiota hasta que me fijé en un chico, un señor, una mujer que esperaban en la acera de enfrente para cruzar el semáforo. Todos miraban hacia arriba, con cara de intriga. Así que salí de la parada del bus (esas de cristal con asientos de metal) y, ¡Coño! Una palmera echando un humo espeso, gris oscuro desde las ramas más altas. A partir de ese punto todo se precipita. Llega la policía, sin sirenas ni nada, primero un coche y luego otro. Los policías salen del coche y el mundo se convirtió en un gag cómico. Miraban hacia arriba haciendo pantalla con la mano en la frente, daban vueltas a la pobre palmera, de un ángulo y de otro. Mientras yo veo desde mi posición, cada vez más cerca de la palmera y los polis, las llamas anidadas (nunca mejor dicho) en la copa de la pobre.
Un policía vuelve al coche, da marcha atrás y se sitúa a mi lado y mira, como no, hacia arriba. Lo que me hace pensar ¿Se ve mejor sentado que de pie? ¿Dentro del coche que fuera? Ni idea, pero ya llegan los bomberos. Me temo que me desalojarán de la parada porque mientras unos desenrollan mangueras, otros ponen conos naranjas que llegan casi hasta mis pies.
Como curiosidad: no se ha formado corrillo de curiosos. Puede que sea porque es hora de comer. La gente pasa y mira pero no se detiene.
En eso llega mi bus. Para unos metros antes de la parada. Subo y continúo mirando, de pie al lado del conductor que me pregunta que pasa. Se lo cuento. Y los dos incrédulos y con esa chispa de excitación que producen los hechos inusuales en la mayoría de las personas corrientes, seguimos con los ojos fijos en el espectáculo hasta que el semáforo cambia a verde y lo dejamos atrás.

El día continúo y pasaron muchas más cosas: Presenté cuento nuevo en el taller de cuentos infantiles, que tengo que corregir para no variar, en la que fue la última clase. Y... y tuve otra historia de buses. Estoy pensando que podría iniciar una colección de anécdotas: May y el transporte público. Mira que da de si. Me pasa cada cosa... Pero de estas cosas, sobre todo del taller, de lo aprendido, de lo no aprendido, de las gentes y los modos, merecen reflexiones a parte.

Para que luego digan que nunca pasa nada.

1 comentario:

  1. Lo mejor de escribir esas pequeñas cosas que pensamos cada día, o más bien leerlas, es que uno se da cuenta de que no está solo en el Universo, púes antes también lo pensó él.
    Si, es cierto, cada día es diferente a pesar de los horarios rutinarios, como siempre son los detalles del todo lo que hace diferente a uno de otro elemento aún siendo "iguales"... ¿cúantos semáforos son iguales? Los vemos todos iguales, pero los detalles de una pegatina, un escrito, un corazón, un minigrafitti o un cable pelado... hace a una diferente de las demás.
    Un beso.

    ResponderEliminar