sábado, 9 de marzo de 2013

Luces y sombras

Estos días he dormido muy mal tres noches, mal dos y dos más regular. Las muy malas me he dormido demasiado tarde y me he despertado excesivamente temprano. Las malas solo tarde y me he levantado más o menos a mi hora habitual, en las regulares he tenido pesadillas. La lluvia y el mal tiempo parecían de encargo. Con todo esto, llegó el jueves y me dormí por la tarde casi sin darme cuenta. Dos horas de reloj y porque vino mi hermana. Y de nuevo por la noche dormí. El viernes me desperté y aunque vagueé y no me siento muy orgullosa de como perdí el poco tiempo que tengo de la forma que lo hice (curioseando aquí y allá por Internet), amaneció un día luminoso, de primavera o de los que yo asocio con Fallas si en fallas hace buen tiempo. Aunque más tarde se levantó el viento, no tenía en él ni una nota de invierno.

¿Estoy mejor? Sí. No sigo viviendo porque sí. Levanté la cara al sol y por un momento volvió mi propia felicidad interior (es extraña, parece ir por su cuenta en cuanto tomo nota del mundo).  Que extraño que durante la semana fuera el trabajo el consuelo y la tarde un túnel. Hasta el tiempo estaba de acuerdo.

He llorado mucho esos tres días muy malos. No solo el amor es ciego, la pena también. Ciega y obcecada. Se empeña una y otra vez en buscar culpas dentro de una, en un ejercicio de horror egocéntrico. Debo reconocer que con mucha ayuda (perdona, cari, por hacerte retrasar tanto la cena y haberte mantenido pegado al teléfono tanto rato, te estoy dejando descansar de mí, pero volveré al ataque y a ti también Ana, por haberte identificado tanto que te hice pasar un mal rato el domingo por la noche y gracias por defenderme como una leona cuando fue necesario) he conseguido ver la situación desde diferentes perspectivas. Dejar de buscar culpables y culpas para aceptar, comprender lo comprensible, perdonar lo que no es liberador. Asumir, entender en la carne, que el amor profundo, real tiene mucho que ver con la libertad, con dejar puertas abiertas siempre en las dos direcciones y no en tratar de retener es a su vez liberador, aunque joda. Aunque sea ambivalente y me joda de una manera que no voy a explicar. Mezquina y humana, más humana por ser tan mezquina. Y no siento ser humana y que a la vez que afloran estos sentimientos liberadores siga estando muy cabreada y muy dolida y vayan a la par, que ya es un gran adelanto porque antes ganaban por goleada los últimos.

Pero ya sé que estaré bien. Que seguiré siendo yo misma y que me quieran por ello o a pesar de ello no es lo importante. Lo importante es que me quieren y quiero. Y también, que los cordones, esos, los umbilicales nacen para ser cortados. Una y otra vez. Hasta que su sombra sea más fuerte que ellos mismos.

Hoy, sábado, el sol vuelve a ser radiante.

domingo, 3 de marzo de 2013

Cambio

Unas veces das palos a ciegas y otras veces te los dan a ti. Entiendes, con esa parte más racional que te habita que posiblemente es inevitable, que no tienes la culpa, que seguramente tenía que ser así. Si aislas el corazón y el estómago puedes incluso comprender al otro. Imaginar más o menos sus motivos y saber que las cosas cambian, siempre cambian.

En los últimos años mi resistencia al cambio se ha debilitado mucho. Lo que es bueno. Siempre lo es la capacidad de adaptación. Amoldarse a las situaciones y sobrevivir.

Pero mi corazón, mi estómago y hasta mi mandíbula piensa diferente, siente diferente. Y duelen y cada latido es un miedo diferente y cada dolor en el estómago habla de otra cosa y los músculos de mi mandíbula deciden apretarse y yo pues solo puedo fingir que nada de ello es real. Tomarme alguna pastilla y seguir adelante. Una hora y otra y otra.

Siento que no he tenido tiempo, que se ha escurrido entre mis dedos, Que me han faltado minutos para entenderlo. Conversaciones para masticarlo y digerirlo. Palabras y palabras para convencerme.

También en estos últimos tiempos me he acostumbrado, he luchado por controlar y decidir. Por asumir los contornos de mi vida. Pero la vida es graciosísima y le encanta demostrar que es imposible controlarla.

Y aunque no quieres y tu parte racional te lo prohibe, comienzan las preguntas: ¿Hice lo que debía? ¿Si lo hubiera hecho de otra manera no hubiera pasado? ¿He pensado demasiado en mí? ¿Me he puesto por delante de otras cosas que pudieran ser mucho más importantes?

Yo que hasta hace nada pensaba que ya no me pondría nunca dramática. Creía que podría tener un centro de paz, pasara lo que pasara. Pues no.

Probablemente hay otra lección que debo aprender. Debo averiguar que cambios debo hacer, cuales puedo hacer, y cuales no quiero hacer.

 

viernes, 1 de marzo de 2013

Hay días que no quiero pensar nada, sentir nada, vivir nada. Hay días que solo desearía volverme a meter en la cama, cerrar los ojos, fingir que no estoy. Días en los que siento la culpa de las verdades y de las mentiras. Días que sé que cualquier lucha será imposible. Son días opacos en los que no puedo imaginar un futuro o quizá no quiero imaginarlo. Días que están y que estarán. Será una fecha a guardar aun sin quererlo.

Son días en los que intento estudiar que pasos me han llevado hasta aquí. Si podría haber hecho otra cosa. Si debería haber hecho otra cosa o dicho otra cosa o sencillamente no haber hecho nada. Como si explicándolos pudieran tener marcha atrás.

Al final solo quedan los aspectos fríos y necesarios de la vida: me ducharé, me vestiré y saldré de casa como cualquier otro día. Me costará más sonreír. Pero sonreiré. No dejaré de hacer lo que tengo que hacer. Aunque sea arrastrarse por las horas.

Estoy así, tan ahogada que les cuesta poco a las lágrimas asomarse.