jueves, 14 de noviembre de 2013

Presentación de Relatos con Abrelatas de Ricardo Guadalupe y otras cosas

El sábado estuve en el Bibliocafe, en la presentación del libro de Ricardo Guadalupe. Nuevo libro he de decir. Ricardo ha publicado Palabras Literarias, Frases en el muro y ahora este Relatos con Abrelatas. Títulos curiosos, especiales que así al primer vistazo y los tres juntos  ya nos hablan de progresión, de crecimiento interno, de evolución.
El Abrelatas, apellido de este último libro no se refiere a que de uno como regalo con cada libro (aunque para abrir cervecitas no sería una mala idea). Ricardo nos cuenta el backstage de los relatos que lleva hasta nosotros. El como se hizo, dotando a los relatos de una nueva dimensión que no suele estar al alcance lo los lectores: ¿En que pensaba el autor cuando escribió esto? ¿En qué se inspiró? Son preguntas que solemos hacernos al leer y aquí Ricardo satisface esa curiosidad que imagino que él también como lector debe haber sentido.  No imponiendo al lector lo que quiso decir el escritor, no guiándolo a través de los relatos, más bien dándole otra dimensión más, un plus que enriquezca la lectura
La presentación de Relatos con Abrelatas la moderó mi amigo Ginés Vera, tallerista y escritor. Entre los dos consiguieron convertir el acto en una tarde entre amigos que charlan de sus cosas, de su visión del mundo, de cómo puede influir la literatura en él, de los procesos de creación, de las influencias que llegan del cine, de otras obras y de la vida que transcurre dentro y fuera de nosotros.

Además de esto y de tomarme una cañita durante la presentación, la tarde fue divertida, al menos para mí, que estuve rodeada de antiguos conocidos y buenos amigos. Me acompañó mi amiga Ana (Ricardo, se fue pronto porque estaba cansada, de verdad), tomamos café  con Elga Reátegui (escritora y periodista, este es su blog si queréis conocerla mejor http://elgareategui.blogspot.com.es/), Poli y Ginés  en la previa a la presentación y lo mejor de la velada, indudablemente fueron los momentos que pasamos después de la presentación ya todos más relajados, con Ricardo y un pequeño pero  divertido y agradable grupo de personas, tomando unas cervezas y unas tapitas. Me reí un montón, lo que siempre y ahora más que nunca es necesario y sobre todo, pero sobre todas las cosas, jamás volveré a mirar un vaso de tubo de la misma manera.

Juntos Ricardo, Ginés y yo somos el setenta y cinco por cien de Maleta de libros (Vale, hay que reconocer que Ginés solo es ese 75 por cien o incluso el 90 por cien), así que aquí dejo también el enlace por si apetece echar un ojo.

martes, 12 de noviembre de 2013

Transductor

Esta temporada han sucedido muchas cosas. No delante de la pantalla. No aquí de madrugada, con mi eterno café al lado. Una serie de decisiones que afectan a mi entorno  han alterado mis ritmos y mis pausas.  Una cierta dejadez ha aflojado los lazos que me unen  a ese lugar extraño donde las historias esperan. Demasiadas dosis de realidad, de realidades hacen que el río se estreche, que la palabra se seque, que las ideas se queden refugiadas en la mente.

Y sin embargo tengo motivos para estar contenta. La semana pasada y ya era hora, fui al médico a conocer los resultados de las diversas pruebas que me han hecho este verano. La citología, la analítica y las ecografías (todas vaginales, con o sin gel, con o sin preparación que menos mal que una es limpia). El resultado es que estoy perfecta. Solo que mis ovarios se quedan de vez en cuando con un óvulo. Debe ser que les coge cariño.
La última visita a planificación fue viernes. Laura me acompañó y mi hermana, que estaba la pobre bastante descentrada ese día nos acercó hasta Alboraya. Yo iba silenciosa. Los nervios suelen hacer que hable mucho, pero el viernes me dejaron muda. Las escuchaba hablar y reír como a través de una pared de corcho, me sentía lejos, aislada y solitaria. Mi mente evitaba formar pensamientos y se centraba en pequeños detalles: Una bici, un trabajador del ayuntamiento podando una palmera, la casa de campo que parece tener una ermita adosada y más tarde en otros más irritantes, las veces que se equivocó mi hermana para llegar al Centro de Planificación provocó que pasará el último cuarto de hora controlando la ansiedad que me produce llegar tarde a cualquier parte.
Una vez allí, la espera de rigor, la enfermera cerrando la puerta en la cara a Laura. Estas cosas son para dos, parece ser. El ginecólogo ocurrente, paciente y amable ¿Por qué no? Todo eran buenas noticias. Visita inesperada al potro (después de todo, acabábamos de ver los resultados de la ecografía que me hicieron en el hospital, con mis ovarios milimetrados y la posición de mi útero identificada).
Esto es un transductor intravaginal. Le ponen una
especie de preservativo gigante y te suelen untar con
un gel que está bastante frío. 
A la camilla ginecológica, que sigo pensando que enriquecería más de una vida sexual, con las bragas en la mano, la falda que ya de por si es corta aún más subida para que no interfiriera, las piernas en los estribos.  El derecho no se mantiene fijo y se mueve, lo que provoca que el Gine (ya hay confianza) después del clásico: “saca más el culete”, me pidiera que me relajara y no me moviera, provocando una charla típica de camilla. “Es que se mueve el estribo”; “Ya, la camilla que está para cambiar” antes de introducirme ese palo que he descubierto que se llama transductor intravaginal, pero vamos, a palo seco y nunca mejor dicho, sin echar su poquito de gel  ni nada (me remito a lo de antes, será la confianza, en el hospital me echaron tanto gel que estuve unos días con la sensación de pringue total) y confirmó que se veían dos óvulos retenidos en el ovario derecho pero que en diez o doce días tendría la menstruación.  La verdad es que esto es para hacérselo todos los meses, te avisa y puedes ir comprando tampones para que no te pille desprevenida.

Y salí de allí, después de ponerme las bragas y bajarme la falda, claro, con un subidón importante. Eufórica y ligera. Lo que me hace pensar que como muchas veces había reprimido mi miedo, mi incertidumbre, enmascarándola en mil cosas diferentes. Pero que siempre la llevaba encima como la nube negra que persigue a los dibujos animados. La mente hace esas cosas, por lo menos la mía.

Y el sábado estuve en la presentación del nuevo libro Relatos con abrelatas de Ricardo Guadalupe, compañero de Maleta de Libros, acompañado, moderado o presentado que nunca se como se llama eso, en la mesa por mi amigo escritor y creador del blog Maleta de Libros (eh, interesante blog en el que se hacen entrevistas a escritores y se reseñan libros): Ginés Vera. Pero eso prometo contarlo mañana que ya se va haciendo un poco tarde y tengo que ir a ganarme el pan.